por Manon Soavi.
Imagina por unos segundos un mundo en el que se escribieran artículos sobre « Aikido masculino ». Con un único artículo hablando de Tohei sensei, Shioda sensei, Noro sensei y Tamura sensei. Artículos que encontrarían relevante juntar a estas personas por el hecho de tener en común… un cromosoma Y. Es extraño, incluso ridículo, ¿no? ¿Cómo se pueden poner juntos a hombres con historias personales ricas y diferentes, cada uno habiendo tenido una relación especial con O sensei, cada uno habiendo seguido un camino personal diferente en el Aikido? Cada uno de ellos tiene su propia personalidad, su propia historia y su propia enseñanza específica. Cada uno de ellos merece, como mínimo, un artículo propio.
Sin embargo, esto es lo que les ocurre a las mujeres. Es pertinente hablar de Aikido « femenino »… Obviamente, esto no es algo específico del Aikido, es un fenómeno social. ¿Sabía que Estados Unidos fue campeón del mundo de fútbol? Ah, sí, fútbol « femenino », así que eso no cuenta. ¿Por qué? Porque existe EL fútbol y luego existe el « fútbol femenino ».
Éste también es el fenómeno que permite que cada uno de los pitufos tenga un rasgo característico, por pequeño que sea, mientras que el rasgo de Pitufina es que es una chica, nada más. No tiene más carácter que el propio de una niña tonta y coqueta. Por supuesto, esto sólo es un cómic, pero si lo piensa unos minutos puede encontrar cientos de ejemplos del mismo fenómeno. Los hombres son personas, personajes con características e historias. Las mujeres son, la mayoría del tiempo, simplemente « mujeres ». Como las aikidokas agrupadas en el cesto del « aikido femenino », negando sus especificidades, sus diferencias y sus historias. Afortunadamente, algunas personas intentan volver sobre sus pasos, aunque la información está « casualmente » mucho menos disponible, ¡si no es completamente inexistente!
El efecto Matilda
« El efecto Matilda es la negación, el expolio o la minimización recurrente y sistémica de la contribución de las mujeres a la investigación científica, cuyo trabajo suele atribuirse a sus colegas masculinos »1. Se trata de un fenómeno observado por Margaret W. Rossiter, historiadora de la ciencia, que llama a esta teoría el « efecto Matilda » en referencia a la activista feminista estadounidense del siglo XIX Matilda Joslyn Gage. Ella observó que los hombres se atribuían las ideas intelectuales de las mujeres cercanas a ellos, y que las contribuciones de las mujeres a menudo quedaban reducidas a agradecimientos a pie de página.
Fue el caso, por ejemplo, de Rosalind Franklin, cuyos trabajos, que fueron decisivos para el descubrimiento de la estructura del ADN, se publicaron con los nombres de sus colegas. Lo mismo ocurre con los descubrimientos de Jocelyn Bell en astronomía, que le valieron a su director el Premio Nobel en 1974. A él, no a ella.
La historia de Miyako Fujitani es en cierto modo similar a la de Mileva Einstein, física, compañera de estudios y primera esposa de Albert Einstein. Mileva y Albert Einstein se conocieron en los bancos de la universidad y la teoría de la relatividad iba a ser su investigación conjunta. Pero ella se queda embarazada cuando aún no están casados, lo que precipita su matrimonio pero ralentiza considerablemente los estudios de Mileva. Al final, los tres hijos de la pareja, el último de ellos discapacitado de por vida, dependieron exclusivamente de Mileva una vez que Albert Einstein se marchó a seguir su carrera en Estados Unidos. Por supuesto, no se trata de cuestionar el genio de Albert Einstein, sino de cuestionerse las posibilidades que tenía Mileva de continuar su carrera con tres hijos a su cargo, uno de ellos discapacitado. Albert Einstein pudo irse para continuar con su carrera sólo porque ella se quedó. Al final, si lo pensamos bien, el dicho « detrás de todo gran hombre hay una mujer » no tiene nada de romántico ni conmovedor, si lo reformulamos de una forma más precisa y justa, « detrás de todo gran hombre hay una mujer que se sacrificó porque no tenía otra opción ».
Carreras, distinciones, premios, cargos, reconocimiento de los compañeros, todo ello se basa en el aplastamiento más o menos « aceptado » de las mujeres. Cuando pensamos que medimos la competencia de una mujer en función de su carrera y el reconocimiento de sus compañeros, olvidamos que el juego está amañado, porque por cada maestro de aikido que ha hecho carrera hay al menos una mujer detrás que se ha ocupado de sus hijos, a menudo del dojo, de las inscripciones, de las cuentas y las relaciones sociales. Por no hablar de cuidado del propio marido. Con estas bases proporcionadas por la esposa del maestro, puede florecer y brillar una habilidad marcial extraordinaria. Ojo, no estoy cuestionando la competencia de estos maestros, estoy contextualizando la presencia femenina que les permitió florecer. Una presencia que a menudo daban por sentada. Porque es sistémica. Por el contrario, muy a menudo nadie ha ayudado a las mujeres a practicar sus artes. Nadie cuida de sus hijos, les prepara la comida o les lleva las cuentas del dojo. Por no hablar de quienes intentan interponerse en su camino. Así que cuando comparamos, de una forma supuestamente objetiva, sus carreras con las de algunos hombres, es evidente que, estructuralmente, no han podido alcanzar el mismo nivel de fama. Pero no es una cuestión de aptitudes, sino de sociedad.
La historia de Miyako Fujitani
Nacida en Japón en los años 50, Fujitani sensei es actualmente una de las pocas mujeres séptimo dan de Aikido que lleva cuarenta años enseñando en su propio dojo en Osaka. Alumna de Koichi Tohei, se presentó y aprobó su primer y segundo dan frente a Ueshiba O sensei. Sin embargo, a diferencia de la historia de varios alumnos de Ueshiba O sensei, su carrera de aikidoka no cuenta la historia de cómo se enfrentó al mundo e hizo carrera, sino que cuenta la historia que suele ser el destino de las mujeres: quedarse atrás y aguantar. En este sentido, es un camino simbólico.
Miyako Fujitani sufrió violencia machista desde una edad temprana. Su padre maltrataba y pegaba a sus tres hijos. Murió cuando ella tenía seis años, habiendo tenido « sólo » tiempo de maltratarla y dislocarle el hombro. Siguió teniendo que enfrentar esta violencia en la escuela, donde sufría a diario agresiones por parte de los chicos. Entonces practicaba danza clásica y Chado (el arte del té), pero decidió hacer algo al respecto y se planteó practicar Judo, como su hermano. Al final, eligió el Aikido. Su primer maestro en Kobe se negaba a admitir mujeres en sus clases, pero ella insistió tanto que finalmente la aceptó. Más tarde se convirtió en alumna de Tohei sensei y se presentó y aprobó su primer dan delante de Ueshiba O sensei en Osaka en 1967. Cuenta que « Ueshiba O sensei se refería a sí mismo como Jii (abuelo) cuando enseñaba al grupo de mujeres. Siempre le acompañaba la señorita Sunadomari, que le ayudaba en todo. [En particular] Ueshiba sensei siempre utilizaba un truco con ella, una especie de hechizo de desmayo para engañar al oponente. »2
Cuando empezó en Aikido, se sentía inferior como mujer. Sin ningún otro modelo a seguir, su único objetivo era « llegar a ser tan fuerte » como los hombres para que por fin la consideraran « igual de competente ». Así que intentó igualar la fuerza muscular de los hombres que la rodeaban. Durante un año, fortaleció sus músculos. Dice que su técnica parecía muy poderosa en aquel momento, pero que abusó tanto de su cuerpo que acabó rompiéndose los huesos de los brazos y los dedos. También se lesionó las articulaciones de los codos y las rodillas. Incluso tuvo que dejar de practicar durante un año para recuperarse.
Esta situación en la que las mujeres sufren desproporcionadamente lesiones relacionadas con su profesión se da, por ejemplo, entre las pianistas, donde « Según han constatado varios estudios, las pianistas corren aproximadamente un cincuenta por ciento más de riesgo de sufrir dolor y lesiones que los pianistas, y el 78 % contrajeron el síndrome del túnel carpiano frente al 47 % de los hombres. »3 Así pues, también se trata de un problema social en el que, al valorar únicamente una determinada forma de hacer las cosas, de moverse, de tocar música, etc., las mujeres se ven sistemáticamente desfavorecidas y, en su afán por hacer su trabajo, por satisfacer sus pasiones, dañan su cuerpo en exceso. También pagan el precio de interrumpir su carrera, o incluso de abandonarla.
Miyako Fujitani tenía veintiún años cuando conoció a Steven Seagal en Los Ángeles, donde acompañaba a Tohei sensei a un seminario de Aikido. Asistió a su primer dan en Estados Unidos y, poco después de su regreso a Japón, volvió a encontrarse con Seagal. Él acababa de ganar mucho dinero con un espectáculo de kárate en Los Ángeles, durante el que se rompió la rodilla, pero con el dinero que había ganado compró un billete a Japón y aterrizó únicamente con sus vaqueros agujereados y un tenedor de plata.
Miyako Fujitani era entonces segundo dan y abrió su propio dojo, al que llamó Tenshin dojo, en un terreno que pertenecía a su madre, utilizando el dinero de ésta. Se casó con Steven Seagal pocos meses después de conocerse, en 1976, y, en un reflejo muy típico del condicionamiento femenino, fue ella misma quien lo colocó en el puesto de profesor principal en su propio dojo, a pesar de que ella era su sempai, es decir, su superior jerárquico. Se trata de un condicionamiento muy fuerte en las mujeres, que son educadas con la idea de que deben garantizar la paz del hogar y el bienestar de su marido fomentando la idea que éste tiene de su superioridad. Sobre todo, no deben ganar más dinero, ser más famosas o tener más éxito que él, o se arriesgan a ver destruida su familia. Todas las mujeres lo saben, y no son raras las historias de hombres que abandonan a sus parejas, celosos de su éxito. Mona Chollet lo deja perfectamente claro en su capítulo « ¿“Hacerse pequeñita” para ser amada? », con ejemplos que hablan por sí solos, y con esta crítica conclusión: « Nuestra cultura ha normalizado tan bien inferiorización de las mujeres que muchos hombres no pueden asumir una compañera que no se disminuya o se autocensure de una manera u otra. »4 Obviamente, para Fujitani, esto se agrava con la rápida llegada de dos bebés.
El descenso a los infiernos
A pesar de que ella estaba en su propio dojo, Seagal no tardó en empezar a menospreciarla, relegándola al papel de « la japonesita que trae el té mientras él hace de pequeño shogun »5. La trampa se cercó sobre ella, especialmente cuando los periódicos y las cadenas de televisión se hicieron eco del « dojo del gaijin », destacando la idea de que Steven Seagal era « el primer occidental que abría un dojo en Japón », aunque en realidad había fagotizado el dojo de Miyako Fujitani.
Mientras tanto, Steven Seagal mantiene numerosos romances con otras mujeres, incluidas sus alumnas, y finalmente anuncia a Fujitani que regresa a Estados Unidos para dedicarse a la interpretación. Ella lo espera con la promesa de que podrá reunirse con él y sus hijos. Otra promesa: dinero para cuidar de los niños, que tampoco se cumple.
Finalmente, abogados se pusieron en contacto con ella para solicitar el divorcio y permitir a Seagal volver a casarse en Estados Unidos.
No hay mal que por bien no venga
Miyako Fujitani está obviamente desesperada al verse abandonada con sus dos hijos. Para colmo, casi todos los alumnos del dojo están en realidad más impresionados por el carisma de Seagal que interesados en el Aikido. El terreno que había minado al menospreciarla sistemáticamente delante de los alumnos tuvo un efecto duradero, porque no sólo se marcharon, sino que volvieron para burlarse de ella y de su dojo abandonado. En una entrevista, ella relata: « [En aquel momento] tenía ganas de esconderme en un agujero. ¡Pero no había hecho nada malo! Algunos alumnos venían de otros dojos con mucha arrogancia, como si estuvieran en su casa. Decían a los pocos alumnos que tenía “ella es débil, ven a ver otro sitio”. Realmente odiaba esa época y ese dojo. Algunos incluso decían que Steven me había dejado porque yo era mala (risas). Sin embargo, cuando me acostaba en la cama por la noche, pensaba en lo que tenía. […] Usaba mi imaginación para ver crecer a mis hijos e imaginar a mis nietos y me preguntaba si llegaría el día en que me sentiría feliz de tener el aikido. Eso fue lo que me ayudó a llegar hasta aquí. Me encanta enseñar a los jóvenes con alegría y hoy puedo decir verdaderamente “me alegro de tener el aikido”. »6
Al final, aguantó, perseveró y descubrió la escuela de espada Yagyu Shinkage-ryu, por la que se apasionó y que alimentó su comprensión del Aikido. Se mantuvo firme, cumpliendo tanto su papel de madre como su pasión por el Aikido. « Hoy en día, muchas mujeres trabajan, incluso en empleos que antes estaban reservados a los hombres. No es raro que una mujer trabaje y críe a sus hijos al mismo tiempo. Para mí era muy difícil porque tenía que mantener a mi familia enseñando Aikido. Al principio [el Aikido] era un arte marcial practicado principalmente por hombres y tuve que faltar a los entrenamientos durante mucho tiempo debido a los niños. Fue una desgracia para mí como profesora de Aikido: un día, cuando volví a entrenar, cometí un error y me lesioné las dos rodillas. »7
Aikido: ser mujer es una ventaja
Al día de hoy en su enseñanza insiste en una práctica que respeta la integridad del cuerpo como valor cardinal. Fruto de sus experiencias de accidentes en sus inicios, insiste por tanto en la importancia de que el uke siga correctamente en lugar de resistirse hasta que el cuerpo sufra: « El ukemi no es un movimiento de demostración, el objetivo inicial es proteger el cuerpo de las lesiones. Hacer el ukemi no significa ser un perdedor. Si Uke entiende qué tipo de técnica se está utilizando, entonces puede escapar de ella. Tomar ventaja y preparar el contraataque. Cuando se ejecuta una técnica, el papel de uke no es sólo ejecutar el ukemi correctamente sin resistirse al lanzamiento, sino también observar el timing de la técnica, desarrollando así la habilidad de “leer” la técnica. Al fin y al cabo, se trata de un ejercicio tanto para la persona que ejecuta el waza como para la que lo recibe. »8 Para conseguirlo, hace hincapié en la necesidad de tener el cuerpo relajado « En japonés, existe la palabra 脱力Datsuryoku, que se traduce como “relajar el cuerpo como durante el sueño”. Cuando dormimos normalmente no podemos utilizar el cuerpo sobrecargado »9.
« En kárate, por ejemplo, uno bloquea o contraataca, pero en aikido no se bloquea. No chocamos al mismo nivel que el adversario, por eso es tan delicado. Ma Ai es muy importante y yo insisto mucho en ello. Enseño algo completamente diferente de lo que hacen en la rama [de Aikikai] de Tokio que, siento decirlo, está equivocada. Enseño un método más suave con un Ma Ai preciso para que las técnicas puedan ejecutarse más facilidad. »10
Convencida de que el Aikido es el arte marcial adecuado para las mujeres, trabaja en desarrollarlo a diario y a través de eventos, como el Grace&Power. Women&Martial Arts que dirigió en 2003. No se le escapó la importancia de contar con modelos femeninos en el tatami. Por supuesto, « hubo una época en la que el dojo [de Ueshiba O sensei] contaba con un buen número de alumnas. Pero hubo un periodo en el que muchos estudiantes utilizaron la fuerza y se lesionaron. Así que muchas mujeres se desanimaron. Y hubo un vacío de practicantes femeninas durante un tiempo. »11
« [Yo misma] enseñé Aikido durante más de 10 años en un ambiente de discriminación contra las mujeres. [Sin embargo] a medida que perfeccionaba más y más mi práctica, desarrollé mi propio estilo de Aikido, un Aikido que puede ser practicado por mujeres que no tienen ninguna habilidad física.
Creo que los hombres que practican mi estilo tienen una gran ventaja. Si usan sus músculos desde el principio, se acostumbrarán a utilizar siempre la fuerza. Pero no lograran ni desarrollaran gran cosa. Pero si se descubren los fundamentos sin utilizar la fuerza, basándose únicamente en los principios, entonces los músculos, la estatura, etc., serán una ventaja que no hay que subestimar una vez que hayas alcanzado un cierto nivel.
El fundador del Aikido dijo12: “El Aikido basado en la fuerza física es fácil. El Aikido sin fuerza innecesaria es mucho más difícil.” Sé que si intentara basar mis clases de Aikido en la fuerza física, no sería capaz de hacer ni una sola técnica y no tendría ni un solo alumno. Tal vez se pueda decir que las técnicas de Aikido desarrolladas por mujeres tienen la clave de los últimos secretos del Aikido – un Aikido que no se basa en la fuerza. »13
Notes:
1. traducido de la página de Wikipedia en francés « Effet Matilda », preferido a la versión en español (negrita añadida por el autor)
2. Miyako Fujitani, « I am glad/happy I have Aikido », [Estoy contenta/feliz de tener el Aikido] Magazine of Traditional Budo, n. 2, Marzo 2019 (pdf disponible online – página al final) Trad. Manon Soavi.
3. Caroline Criado-Perez, La mujer invisible. Descubre cómo los datos configuran un mundo por y para los hombres, Titivillus, 2021, pp. 168–169.
4. Mona Chollet, Reinventar el amor, Paidós, 2022, p. 97.
5. Fujitani Miyako, in Sylvain Guintard, Rencontres extraordinaires — Douze années au Japon avec des grands maîtres d’arts martiaux [Encuentros extraordinarios—Doce Años en Japón con Grandes Maestros de Artes Marciales], Chap. 7, Budo Éditions, 2014, p. 94
6. « I am glad/happy I have Aikido », op. cit.
7. « Zu viele Menschen in dieser Welt müssen leiden. » [“Demasiada gente en este mundo tiene que sufrir.”], entrevista con Miyako Fujitani, Aikido Journal n. 34D, Febrero 03
8. ibid.
9. ibid.
10. « I am glad/happy I have Aikido », op. cit.
11. ibid.
12. Tsuda Itsuo, alumno directo del fundador, también cuenta que O sensei declaró que « su Aikido ideal era el de las chicas. Las chicas no son capaces, por su naturaleza física, de contraer los hombros tanto como los chicos. Su Aikido es por eso más fluido y más natural. » extracto de Tsuda Itsuo, La vía del desprendimiento, Editorial Eyras, 1992, p. 155. (obra original publicada en 1975)
13. adaptado de « Zu viele Menschen in dieser Welt müssen leiden. » (op. cit.)