Ki no nagare: la visualización

Régis SoaviEn su enseñanza, Tsuda Itsuo sensei insistía en la visualización que, vinculada con la respiración, es una forma de descubrir este camino del ki no nagare, el fluir del ki. Respiración y visualización son herramientas que permiten profundizar en la percepción de este flujo y aprovechar sus beneficios en la vida cotidiana.

Imaginación o visualización

La imaginación no produce un resultado tangible salvo la desilusión y la decepción cuando uno vuelve a la realidad. La visualización, en cambio, no es un proceso mental, un vagabundeo de la mente, sino que involucra y compromete a todo el cuerpo. Pocas personas logran hacer la diferencia antes de haber experimentados los dos procesos de manera bien distinta y haber comprobado su realidad. La visualización es a la vez acción y no-acción, anticipación y espera del momento oportuno, ella requiere el nivel máximo de concentración y relajación, sin embargo no tiene ninguna dificultad para encontrarlas puesto que se apoya en la base sentida de la unidad vivida.

Tsuda senseï était un intellectuel dans le meilleur sens du terme un philosophe de l’ancienne génération.
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Ki no nagare: un oceano de interacciones

Cada cultura desarrolla su propia comprensión del mundo, su propia filosofía. Nuestra cultura occidental ha desarrollado durante siglos un enfoque analítico, que conduce a una gran precisión y una preocupación por el detalle. Este interesante enfoque se hace evidente en la ciencia y la tecnología, pero también en las artes marciales. Esta búsqueda de la precisión es también lo que impulsa al ser humano a superararse, a volverse mejor en su disciplina, como ya nos han demostrado ciertos practicantes de alto nivel. Así que no solo se trata del detalle en el gesto pero también de comprender cómo funciona el ser humano, de sus posibilidades tanto físicas como psicológicas. Aunque importante y necesaria, es al mismo tiempo esta dirección que, cuando se vuelve exclusiva, nos impide alcanzar la unidad, si el detalle y el control se hacen demasiado presentes, se pierde el todo y en particular la percepción del fluir del ki.Otros, como la cultura japonesa, también tienen una gran preocupación por el detalle, pero han conservado una concepción de los vínculos de la vida y por lo tanto de la totalidad. El biólogo Marc-André Selosse propone en su libro Nunca sólo (« Jamais seul ») un cambio de perspectiva sobre este asunto: hoy en día, hemos ampliado la comprensión de la vida con nociones de fenotipos extendidos u « holobiontes ». Pero M.A. Selosse va incluso más allá, diciendo que se puede considerar el mundo como un océano de microbios donde flotan estructuras más grandes y pluricelulares (plantas, animales), y también tener la visión del ecólogo, de un océano de interacciones donde « cada organismo (es también cierto para cada microbio) es un nudo en una red colosal de interacciones. El ecólogo ve la vida como esta red, en la cual lo que llamamos organismos no son en realidad más que puntos entre los cuales estas interacciones se articulan. ». M.A. Selosse señala que es una visión del mundo que ya tenían ciertas culturas no occidentales, quienes « tienen una percepción más centrada en las interacciones y nos incorporan en un todo con lo que nos rodea. […] Quizás ya sea tiempo de soltar estos avatares que proyectan el individualismo occidental en nuestra visión del mundo biológico… y cotidiano. La ciencia occidental trasladó una filosofía basada en el individuo en una biología basada en el organismo: más allá de los éxitos conseguidos, la verdadera ruptura consistiría ahora en volver a dar a la interacción un papel central. »1.Ki no nagare, que se traduce por el fluir del ki, es quizás una manera de entender este océano de interacciones. Creo que la esencia del Aikido se encuentra en la comprensión física, tangible de esta noción del fluir del ki. Porque incluso un riachuelo puede dar una orientación distinta al río grande. ¿Quién está en el origen del cambio? ¿Quién actuá sobre el otro? A veces hacen falta años o incluso siglos antes de resolver tal pregunta.

À travers un art comme l’Aïkido, on peut expérimenter très concrètement et finement cette sensation de ki non nagare

El arte del no-actuar

A través de un arte como el Aikido, uno puede experimentar de manera muy concreta y precisa esta sensación de ki no nagare y poco a poco descubrir que ki no nagare va de la mano con el espíritu del no-hacer. Uno se posiciona aceptando al mismo tiempo ir con, sin decisión de influir en la dirección de manera voluntarista, y permaneciendo sin embargo como un centro fuerte y bien situado en su lugar, sin vanagloriarse ni tampoco aprovecharse de la situación. Es la postura del « hombre sabio » en el sentido taoísta, como la menciona Tchouang-Tseu en su historia del nadador de las cataratas de Lï-leang que se mantiene perfectamente en un lugar donde ningún animal puede nadar y explica: « Me dejo aspirar por los torbellinos y volver a subir por las corrientes ascendientes, sigo los movimientos del agua sin actuar por mi cuenta.2 ». El wei wu wei, literalmente « el actuar en el no-actuar » se basa en la sensación del fluir del agua, de la interacción o del ki no nagare.Es quizás conducido por una sensación interior indefinible y porque se percibió esta dirección, que nos dirigimos hacia el Aikido, independientemente de nuestra vida pasada que, por las circunstancias, ha podido ser distinta hasta ser a veces lo contrario. El Aikido abre otra perspectiva a la persona que se hace preguntas sobre lo que le rodea y sobre lo que vive en el día a día.Sin embargo, hay momentos en los cuales todo se para, independientemente de nuestra vida diaria y su rutina. Es cuando todo se para que, a veces, uno toma conciencia de sí mismo, de lo que uno realmente es y de ciertas facultades que están desacreditadas en la sociedad que se dice moderna. Esto puede ser un contratiempo, un accidente que llega de manera inesperada, un combate, un choque emocional que no esperábamos y que puede tomar un mal camino, o como un golpe del destino que cae encima de nosotros y del cual no entendemos nada. Y aquí, uno tiene la impresión que todo se derrumba, que ya nada tiene valor, que todos los esfuerzos son inútiles, vanos e insignificantes. Esto puede ser el inicio de una depresión muy fuerte de la cual algunos sólo lograrán salir con apoyo médico.Pero esto también puede ser el inicio de una orientación distinta en nuestra vida, como una vuelta atrás que nos haría dar un salto adelante. Y fue este tipo de gran cambio que personalmente experimenté cuando encontré a mi sensei, Itsuo Tsuda.A través de un arte como el Aikido, uno puede experimentar de manera muy concreta y precisa esta sensación de ki no nagare.Respiración y visualización son herramientas que permiten profundizar en la percepción de este flujo.Mi experiencia, con el paso de los años, me mostró que practicando seriamente, a diario, se abrían puertas, sensaciones de una infinita precisión me guiaban hacía dimensiones que no conocía, o que había olvidado como muchos de nosotros, de la época de mi infancia, o que ya no era capaz de sentir.La intuición es uno de estos descubrimientos y la visualización es su vehículo y su motor. No hablo de la percepción de algo por venir o de una premonición, sino más bien de la percepción de la relación entre las cosas ; inmutables a veces, hasta escondidas o por lo menos invisibles sin este estado de sensibilidad.

La visualización conciente

Armonizarse con el compañero es una base obviamente indispensable de la práctica del Aikido, pero la enseñanza de Tsuda sensei nos llevaba mucho más lejos. Su insistencia en hacernos trabajar en la visualización cada mañana a pesar de nuestras dificultades y nuestras perezas, poco a poco, producía resultados para el que quería seguir en esta vía. Recuerdo que una vez, durante Kokyu ho*, estaba bloqueado en los hombros frente a un compañero muy fuerte que no quería soltar nada ; sin ninguna agresividad, pero sin embargo con una determinación implacable. De repente, sin que yo hubiera visto ni oído nada, me dí cuenta que mi compañero se levantaba del suelo para caer del lado sin que yo hubiera tenido que hacer esfuerzo alguno. Me dí la vuelta, Tsuda sensei estaba detrás de mi como si nada y sonreía con una aire burlón, mostrando un toque de ironía. En sus demostraciones, nunca dudaba en hacernos sentir hasta que punto era difícil y hasta imposible, resistirse a este flujo tan potente como suave que lograba hacer surgir durante la técnica, dejándonos a la vez asombrados y divertidos. Muchas veces tenía la sensación de ser un niño jugando con su abuelo.El interés de la visualización es que puede empezar conscientemente como un trabajo cotidiano, y pasar al nivel inconsciente a veces muy rápidamente, aunque no sea de manera permanente. La ventaja de usarla es que permitiendo el fluir del ki en una dirección distinta a la bloqueada por el adversario, uno se encuentra entonces en la no-combatividad, en la no-agresividad y en el deseo de fusión con el otro. Es quizás aquí, en este territorio sin mapa o punto de referencia, pero sin embargo muy concreto, donde uno encontrara las raíces del amor universal del cual hablaba Ôsensei.He aquí un extracto de uno de los libros de Tsuda sensei que me parece esclarecedor y significativo de lo que buscó despertar y estimular como desarrollo en sus alumnos:» Se habla a menudo en el Aikido del fluir del ki, ki no nagare, cosa que corresponde, psicológicamente hablando, a la visualización. Pero el fluir del ki tiene un contenido más concreto y más rico que la visualización. Implica la idea de que algo sale efectivamente del cuerpo, de las manos o de los ojos para describir las trayectorias que se van a seguir a continuación.Por lo tanto, desaparece la separación absoluta entre lo que es interior y lo que es exterior.A decir verdad, ¿tal separación no es acaso una idea ficticia inventada para la comodidad intelectual? Un ser humano no puede vivir, aunque sea un instante, completamente separado del exterior. Extiende también el sistema voluntario más allá del limite convencional de los músculos voluntarios. Si no hay fluir del ki, el Aikido es simplemente una gimnasia o un baile. La dificultad reside en que no se ve el fluir del ki, mientras que, por ejemplo, se puede tocar y verificar la existencia de los músculos.»(I. Tsuda, La vía del desprendimiento, Edición original en francés La voie du dépuillement, Le Courrier du Livre, Traducción en español por Héléne Gauriau y Rafael Regaño en la Editorial Eyras. En estos extractos se adaptó un poco esta traducción.)» Dado que la fluidez del ki implica el desplazamiento en el espacio y también en el tiempo, puede tomar un aspecto premonitorio. Así es como el maestro Ueshiba decía que veía las imágenes de sus adversarios cayendo antes de que se produjera. Esto sería a la vez premonitorio y controlado. Esta observación nos lleva a la idea revolucionaria según la cual se puede actuar sobre el porvenir con certeza y esto en el momento mismo en que la ciencia, renunciando a su absolutismo, admite la incertidumbre como una verdad rigurosa. Con el fluir del ki, el porvenir puede volverse tan concreto como el presente. Ni el fluir del Ki, ni la capacidad de anticipar el porvenir, son patrimonio exclusivo del Aikido. En un plano más general pueden existir en todas las personas. Si yo cojo un lápiz de la mesa, hay fluir del ki hacia el lápiz. Admitimos que el fluir del ki en este gesto no sea muy intenso. No hay entrega de toda mi persona. En la época en que el oficio era más tradicional y menos lleno de innovaciones, esta facultad natural era más intensa. Había, con todo y con eso, más concentración en la realización de un acto. Había alegría y decepción, porque existía un sentido real de la anticipación. Hoy en día, con el progreso técnico y el contexto económico más desarrollado, ya no sabemos donde estamos. El oficio que se aprende ahora quizás ya no sea válido en los años futuros. La juventud está sumergida en las posibilidades de elección, pero ninguna es estable. Los jóvenes están al acecho de todo, sin poder comprometerse a fondo en algo.»(I. Tsuda, Ibid., p. 175)Tsuda sensei era ante todo un intelectual en el mejor sentido de la palabra, un filósofo de la antigua generación que, gracias a una mirada clara sobre la sociedad que lo rodeaba, no sólo la criticaba o la alababa, sino que sabía encontrar la esencia de cuestionamientos y hacer conexiones, tanto con las civilizaciones antiguas, sus culturas, sus costumbres, como con los ejemplos de lo que veía en su época siguiendo este hilo que él mismo había encontrado gracias a sus maestros orientales y occidentales.Curioso de todo lo que sentía útil para su enseñanza, encontraba ejemplos que nos hablaban y que todavía nos hablan cuando volvemos a leer sus libros ; como este interés por el trabajo de Constantin Slanislavsky3 cuya enseñanza basada en la relación afectiva y la vivencia propia de los actores influenció el famoso curso de teatro de Nueva York Actors Studio de Lee Strasberg y Elia Kazan, y que a Tsuda sensei le parecía significativo como concepción, como entendimiento de lo que buscaba transmitir como mensaje. Lo que le permitió ser exhaustivo e incluso lapidario en esta frase respecto a la visualización, como la veía el director de la obra de teatro: » Él ha explotado muy bien el efecto de puesta en situación. Si la puesta en situación se acepta y efectúa perfectamente, hay fluidez de Ki. Que se ejecute el gesto con una visualización intensa de la situación o con la cabeza llena de ideas abstractas, de hipótesis o de teorías, el gesto es el mismo, pero el resultado no es igual. Esto es lo que diferencia un actor de un comediante fantoche.»(I. Tsuda, Ibid., p. 173)   (1) M.A. Selosse, Jamais seul, Actes Sud, p. 329.(2) F. Billeter, Lecons sur Tchouang-tseu, éd Allias, p. 28.(3) Constantin Stanislavsky (1863-1938), actor, director de obra de teatro y profesor de arte dramático ruso.